jueves, 18 de septiembre de 2008

El miedo de Vicente

Lo reconozco, fui donde iba la gente, actué con miedo, y no fui capaz de reflexionar sobre las consecuencias de mis actos. Sobre todo ahora desde la distancia, me doy cuenta que el único motivo por el que yo compré un piso hace tres años era porque lo hacía la "gente". Ir donde va la gente no acostumbra a ser algo bueno, a no ser que a uno lo que más le guste es no ser diferente a los demás. Ser como todos, comportarse como todos, invita a comprar regalos un sábado por la tarde en navidad, volver un domingo por la tarde de viaje, ir a la playa en agosto, ir al cine el fin de semana a un centro comercial, y otras muchas cosas que te aseguran formar parte del colectivo, hablar de los mismo que los demás, el mismo día que los demás, formar parte de un "algo". El problema es cuando eso, está relacionado con un compromiso de tipo económico que puede durar toda una vida, cuando uno no sabe si por ejemplo va a poder mantener su trabajo por todo ese periodo de tiempo. Por otra parte tampoco me creo a los "charlatanes toropasadistas", y ya hablando del tema inmobiliario, que sólo saben decir que fíjate que ellos compraron a tiempo, que estaba claro que esto no iba a durar siempre y un sinfín de palabrería barata de los que siempre "tenían" razón pero nunca la "tendrán". Estos personajes que lo advinan todo, cuando ya ha ocurrido, tampoco merecen mayor atención, porque seguramente fue chiripa o ya tenían dinero, por tanto, no se les debe reconocer ningún mérito por comprar un piso antes del boom inmobiliario, más bien envidiar su suerte. Entre otras cosas, porque como le contaba un día a un amigo, resulta que hay viviendas que nunca se podían comprar, es decir, sobre plano costaban 120.000 € en el año 2000, a los tres años ya costaban 180.000 €, y en 2005 ya se vendían por 360.000 €. Nunca estuve en condiciones de comprarlo, porque en ese momento, ese precio, ese banco, ese asesor, consideraba que yo no podía asumir ese importe, pese a que conforme pasaban los años los precios seguían subiendo. Pero todo eso, un día cambió. Es por esto, que si cogemos estas dos variables, es decir, que todo el mundo lo hacía y por tanto, los precios no iban a dejar de subir, y que llega un momento en el que las entidades financieras sí piensan que puedes hacer frente a semejantes deudas porque un euribor bajo les permite cuadrar la operación, millones de españoles deciden o decidimos lanzarnos a la piscina. La suma de la cultura de la propiedad en la que estar alquilado es poco menos que una herejía, el miedo a que los precios lleguen a unos niveles ya inalcanzables y la accesebilidad de bancos y cajas a ese tipo de operaciones, hacen que muchos ciudadanos decidamos comprar inmueble, llevando al límite nuestra capacidad de endeudamiento, aunque en aquel momento no lo pareciera, refugiados en unos tipos de interés no vistos hasta la fecha, al menos por un servidor, que nos hacían soñar con una cuota invariable en el tiempo. El resto de la historia, todo el mundo la sabe, suben los tipos, se corta el grifo del dinero, y con perdón "mariquita el último", que por desgracia siempre son o somos los mismos, aquellos que un día decidimos hacernos magnates del ladrillo, de la bolsa, o de cualquier otra cosa, sin saber que ese sitio no está reservada para nosotros. Es en estos tiempos que paramos y pensamos, cuando nos damos cuenta que la ecuación tiene que salir, y que no todo el mundo puede ganar, lo que alguien gana alguien lo pierde, y como bien dice un buen amigo mío, si el hasta el frutero, sin desmerecer, ya se ha hecho analista económico, huye. Y recuerda, piénsatelo antes de seguir la corriente...

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